EL MUNDO DE LOS SUEÑOS
Si en algún momento tuviera que autodefinirme, una de las palabras que mejor me describiría sería la de soñadora. Por ello me gustaría compartir algunas de mis creaciones literarias que muestran esta faceta de mi carácter.
Son relatos breves que no os quitarán demasiado tiempo.
Y espero que sean de vuestro agrado.
Son relatos breves que no os quitarán demasiado tiempo.
Y espero que sean de vuestro agrado.
Aunque últimamente escribo más, aquí tenéis principalmente los que he presentado a algún certamen. Zenit me dio una grata sorpresa el otro día, pues ocupa el tercer puesto en el de la facultad, espero que lo disfrutéis.
No hubo despedida
Se fue mientras dormía, sin despedirse, sin decir adiós. Por la mañana no estaba allí para apagar el despertador, se había ido y había dejado la puerta abierta. Como tantas otras veces, sin despedidas, “una mala costumbre”, no había notas, pero sí una habitación inundada por sus apuntes, los de la facultad, los de su próximo viaje, los ilegibles, los que no leería nunca; todos eran uno, un caos que inundaba su habitación. El otoño llamaba a su puerta y se instalaba en su mundo, en su caos. Lo adoraba pero se había ido, como el verano. Se levantó a cerrar la puerta y no la cerró, no pudo. Recordó cómo odiaba las despedidas, se le escapó una sonrisa y, en lugar de cerrarla, abrió la ventana, cerró los ojos y se limitó a respirar la brisa húmeda.
Se fue mientras dormía, sin despedirse, sin decir adiós. Por la mañana no estaba allí para apagar el despertador, se había ido y había dejado la puerta abierta. Como tantas otras veces, sin despedidas, “una mala costumbre”, no había notas, pero sí una habitación inundada por sus apuntes, los de la facultad, los de su próximo viaje, los ilegibles, los que no leería nunca; todos eran uno, un caos que inundaba su habitación. El otoño llamaba a su puerta y se instalaba en su mundo, en su caos. Lo adoraba pero se había ido, como el verano. Se levantó a cerrar la puerta y no la cerró, no pudo. Recordó cómo odiaba las despedidas, se le escapó una sonrisa y, en lugar de cerrarla, abrió la ventana, cerró los ojos y se limitó a respirar la brisa húmeda.